Ermita de San Guillermo
Esta ermita mantiene desde tiempo inmemorial un misterioso diálogo con el Monte Pindo.
Situado en un alto del Monte do Facho, mirando hacia el interior de la ría y al Monte Pindo, se encuentran los restos de una ermita, que fue destruida en el siglo XVIII, asociada al Ara Solis (culto al sol) y relacionada con ritos de fecundidad, pues según la tradición, en una gran losa horizontal, dormían los matrimonios estériles para concebir hijos.
Esta ermita fue probablemente la morada de un ermitaño, que algunos historiadores piensan que pudo ser el Duque de Aquitania, Guillermo X, que peregrinó a Santiago en el S.XI y que murió al llegar a Santiago siendo inmortalizdo por el pueblo con el pseudónimo de Don Gaiferos aunque seguramente sea el resultado de la cristianización de un lugar de culto pagano. También puede ser otro San Guillermo conocido por el nombre de Gellone, que vivió en tiempos de Carlomagno, a quién se le veía transportar pellejos de vino sobre un asno. Esta versión coincide con la leyenda del barril de vino que en 1581 nos relata Erich Lassota, noble peregrino checo que camino a pie hasta Fisterra.
En Fisterra, recuerda Mr. Borrow según la tradición de toda la antigua cristiandad, Santiago, el santo patrono de España, predicó el evangelio a los idólatras españoles E o P Catoira escribe que en el año 1744, según afirma J.E.Rivadulla Porta, que la ermita de Finisterre, por tradición de aquel reino, se tiene haberla erigido nuestro Santiago, cuando destruyó en aquel sitio el bárbaro culto que los gentiles daban al sol, en la dilatada planicie de aquel monte, que llaman Ara Solis.
Hay restos de muros laterales que se prolongaban hacia una enorme roca que cerraba el recinto, donde aun se conserva el lecho de piedra, con representaciones solares y un sepulcro antropomorfo que aun se conserva en su primitiva situación.
Para llegar a los restos de esta ermita, hay que tomar la carretera que lleva al faro y a unos 300m antes de llegar hay una subida a la derecha que se dirige a la antigua estación de radiotelegrafía, de esta parte una pista de barro que nos lleva a la ermita situada a unos 400m.
La prolongación del peregrinaje a Fisterra es, tras el Camino Francés, el itinerario con más referencias en la literatura odepórica. A Jorge Grissaphan, caballero del siglo XIV, debemos el relato más temprano de esta ruta en sus Visiones Georgii. Tras alcanzar Compostela como peregrino, deseoso de permanecer en Galicia como eremita fue informado de un "lugar muy solitario, desierto y apartado notablemente de los hombres y de sus viviendas, situado entre montes altísimos que casi nadie frecuentaba; se trata del monte de San Guillermo, en el cabo Fisterra. Sin embargo, y después de cinco meses, tuvo que marchar por ser muchos los que lo visitaban -algunos, con seguridad peregrinos.
A finales de la Edad Media abundan las relaciones, por ejemplo la de Nompar II, el señor de Caumont (1417), que pasó por Maroñas y habla de San Guillermo "del desierto".
A finales del siglo XV, el polaco Nicolas Popielovo, fue a Fisterra, en cuya iglesia se ganaba entonces la indulgencia plenaria.
Entrado el siglo XVI, el veneciano Bartolome Fontana visita Fisterra, siguiendo, desde A Coruña, la Costa da Morte (1539). En Fisterra recuerda el hospital y habla de los guías que conducían a los peregrinos hasta la ermita de San Guillermo.
Doménico Laffi, cuatro veces peregrino a Santiago, en 1673 se acercó a Fisterra, donde menciona la iglesia de Santa María y el fanal con fuego para orientar a los navegantes. Éstos y otros relatos cuentan con detalle los alrededores del monte de San Guillermo y su ermita.
En 1745, el Padre Sarmiento escribe: No hace mucho tiempo, había una pila o cama de piedra en la que se echaban marido y mujer que, por estériles, recurrían al Santo y a aquella ermita.